fimmtudagur, maí 29, 2008

Jenny y la noche

Parte 1

Jenny tenía cabello castaño y largo, ondulado como olas de caramelo. mejillas rosadas y labios que unidos parecían una cereza. Era chiquita chiquita como las muñequitas que salen del reloj cu-cú.

Decidió, no se cómo, salir a la playa a la media noche. Se escuchaba nada mas que ese eterno arrullo "sshhhh", que ha calmado a tantos guerreros a través de los tiempos, y los pasos descalzos de Jenny que rozaban con los miles y miles de granitos de arena. Ésta se veía blanca y brillante, parecía azúcar. Y el mar, muy en lo suyo, se mecía, brincaba, bailaba... con su actitud de diva, a la vez madre, a la vez emperador. Sus movimientos eran lo único que hacía al mar distinguirse de su gemelo cielo casi de su mismo color: un azul inexplicable, todos los tonos de azul que puedan existir, azul turquesa, azul espacio exterior, azul negro, azul blanco, azul garganta anudada con nostalgia... y allí en sus miles de degradados el cielo se posaba pensativo, como sacerdote tibetano, disfrutando el espectáculo muy anonadado -casi creo se pone a comer palomitas.

No era el único que hundía su alma en los movimientos del mar. Los mismos ojos de Jenny fueron amarrados por una soga transparente que la hizo decidir (y no decidir, decidir en su alma, pero no decidir. Fue autómata, fue inevitable) cubrir su piel entre las aguas sin nisiquiera poner atención a las pálidas estrellitas que se colgaban arriba. Avanzó sus pasitos blancos decididos hacia dentro del agua y empezó a nadar. y nadar. y nadar. y nadar nadar nadar nadar.

Nadó por horas. La orilla ya nisiquiera se veía cuando le dijo adiós con sus montoncitos de azúcar. Ella ponía atención al centro, el cual no había, ella era el centro y el cielo y el mar sus cómplices: uno silencioso y analizando, el otro la alentaba sin hablar. Y allá iban los tres agarrados de la mano, como una procesión fúnebre de cuando los relativos han aceptado el hecho y se dedican a poner las cosas en su lugar, sin dolor, sin alegría, solo instintivamente haciéndolo. O mejor aún: como Dorothy y sus respectivos ojalata,león,espantapájaros con caras inexpresivas hechos estatuas de mármol y flotando en el camino. Así iban ellos, con sus almas tan llenas que ni se notaban.

Ni siquiera estaba cansada. Y tampoco nadaba apresurada. El Tiempo le había informado que, por el momento, el no existía "tu dale, no te preocupes por mí que luego te alcanzo. Por ahora me quiero sentar a leer" le dijo. Y ella, paciente y con respiración de tai chi, siguió su camino en busca de lo que sea que la esperara.



indeed

Engin ummæli: