þriðjudagur, apríl 24, 2012

Este post era del 2005. Lo publique en Matate de un Techo (otro blog).
es como encontrar una moneda de 5 pesos en un pantalon que no he usado en mucho tiempo.

Apenas cerré la puerta al despedirme de ti y unos segundos después sonó el timbre. Abrí y allí estabas. Dijiste que regresaste por que tuviste un pleito con tu hermano así que nos fuimos a un barecillo de mala muerte con una fachada de madera podrida e interiores en azulejos blancos al estilo carnicería (que rayos?). Estuvimos allí un rato...
Como es usual, empezaste de fastidioso con tu caralarga así que, enojada, salí de allí tomando el primer camión que me llevara a casa. Parecía un dirigible.
Dentro había un matrimonio aburrido y estirado con un niño vestido con pantaloncillos y corbatita. Éste empezó a quejarse de que el niño de a lado le pegó en la cabeza (con lagrimas de cocodrilo como si en verdad le doliera) y sus padres empezaron a regañar al otro pequeñín, cuyo cabello era una maraña y sus mejillas tenían manchas de dulce. Yo (como ya tenía mi mecha prendida) les reclamé a aquellos idiotas.

-Que les pasa? Los niños así juegan. No lo hizo con mala saña ni tampoco tan fuerte como para que su niñita se ponga de chillón- les dije. Los estirados me regalaron miradas de pocos amigos.

Pedí la parada al chofer (ya debía bajarme) y al parecer tampoco le agradé mucho ya que en vez de frenar aceleró y se detuvo bastantitas cuadras mas delante.
Bajé y miré a todos lados. No tenía la más mínima idea de donde diablos estaba. Parpadeé y de pronto aquí estoy, parada en la avenida hacia mi casa. Supongo que fue todo un sueño… o solo la parte de los estirados? No sé si estoy de ida o de regreso… acudí a mi cita? O apenas voy?
Corrí hacia donde habían unos niños jugando (para preguntarles la hora) pero enseguida se metieron a su casa asustados. Una viejita enojada se asomó por un hoyo en la puerta de madera

- que quieres ahora!?- me preguntó
- no entiendo… que quiere decir?- …. (¿?)
- ya estuviste aquí hace un año! Solo dando lata!
-de que habla? Yo nunca he estado aquí!
- no lo recordarás por que estabas muy ebria para hacerlo. Hace trecientosesentaycinco dias exactamente estabas tirada durmiendo junto a los excrementos del perro. Tuve que levantarte y bañarte a manguerazos.
- (aquí es cuando lloro) Pero si yo nunca me he puesto ebria!!!
- jajaja… si claro…- se alejó diciendo.


No entiendo… Fui o no a mi cita? Me embriague? Me quedé o me vine? Que año es este?? Necesitaba hablar contigo. No se si te dejé plantado o nos emborrachamos los dos... no se cuando fue eso… o si todavía no es. De tanto lagrimal y nerviosismo no podía respirar bien.
Al mirar a todos lados noté un grupo de hippies que estaban empacando (o desem…) en una pickup y me acerqué a pedirles una tarjeta de teléfono. Uno de ellos, especialmente apuesto sacó su “cartera” tejida con hilos multicolor. Me prestó un pedazo de bolsa de plástico para pan y me dijo que si la metía junto con una fotografía funcionaría como tarjeta (sin costo). Le dije que no entendía y que me acompañara (hasta en un mal momento podía hacerme la coqueta). El tipo era muy guapo y atento, y al parecer yo le gustaba. Aún así no podía dejar de pensar en ti (me gusta más el frío).
Llegamos a un teléfono público e hice tal como me explicó el hippie apuesto (con una fotografía tuya que me acababas de regalar). Dio tono y estuve a punto de marcar tu número cuando de repente contestaste. Colgué pensando que fue un error.

-Está bien! No tienes que marcar, el telefono lo hace solo!- me respondió el hippie.
(Váya! adivina mis necesidades! Que conveniente). Volví a descolgar y dio tono. Contestas.
-bueno…- dijiste con esa voz apática que le ofreces a los desconocidos.
-soy yo! Disculpa! Quería ir contigo, en serio.
-ah sí. En un rato estaré listo. Nos veremos allá.
-Oye! Dime porfavor, que año es este! En que año estamos!?
- …- te quedaste callado y esperé. Sigo esperando y no he colgado el teléfono.
-que año es!? En que año estamos!? Que año es!?..

-quien quiere llevar a pasear al perro? Levántense! Vamos al parque a pasear al perro! – dijo mi papá.


Mira… era un sueño.




indeed