mánudagur, júní 14, 2004

bizzare childhood

Acompañé a mi pequeñina hermana a una fiesta de cumpleaños por que no había nadie en mi casa, no tenia nada que hacer…. y por que sencillamente las “piñatas” son las únicas fiestas en las que hay comida, refresco (o jugo, que es mejor), papas, pastel y dulces tooooooooodo al mismo tiempo! Además de tener la oportunidad de ver jugar y reír a aquella gente menuda. Jamás me cansaré de ir a una piñata.

El asunto es que me sorprendió notablemente como han cambiado los niños (o los han cambiado) estos días. Recuerdo que cuando era niña, me encantaban las fiestas por que tendría la oportunidad de engalanarme con aquellos vestiditos de linda falda con crinolina que me hacían sentir como una princesa. Ahora las madres visten a sus niñas con ropa de la telenovela “para niños” del momento. O las visten con zapatitos de tacón y blusas de espaldas descubiertas dignas de teiboleras. Ponen música que últimamente se escucha en los antros, cuando antes la maravilla de maravillas era escuchar a don Francisco Gavilondo Soler y su melódico Cri-Crí.

En verdad esa situación me enferma, me pudre. Pero lo que más me hace sentir mal es aquella chamaca de 11 años (mi vecinilla), que no acepta que sigue siendo una niña y sin embargo trata de comportarse lo más adulto posible, se pone zapatos con tacón, aretones super ochenteros, muñecas cargadisimas con pulseras y sin olvidar su capa de mezclas cosméticas en la cara. Cómo? Por qué?. Y como ella hay muchos que no aprovechan la situación y se avergüenzan de su edad.
Me dan tristeza.

O tal vez yo soy la del problema. A mis 12 casi 13 años, todavía jugaba con mis Barbies y sus aventuras trágicas en islas desiertas con gatos gigantes y brujas asesinas al acecho, las cuales tenían que eliminar con armas de fuego (o blancas, que de vez en cuando usaban).

Engin ummæli: