Entiendo un poco:
Si hago lo que
Dios me pide, es decir, actuo un corazón y espíritu misericordioso, voy a poder
sentir algo más... no. Voy a EXPERIMENTAR algo más que la simple satisfacción o
alegría de haber hecho algo bien. No es satisfacción, es algo mil veces más
fuerte que eso: Es amar como Él ama, ver
como Él ve, dar como Él da… y como nosotros mostramos un poco o recreamos un
poco de lo que es su persona, podemos experimentar a ÉL MISMO, nuestra
naturaleza dentro de Él y con Él. Podemos regresar a nuestro origen que es la Eternidad con Él. El Paraíso, el Jardín de la intimidad con Él, nuestra vida en
su presencia desde antes de que naciéramos en éste mundo.
Yo amo y doy y
espero y persono y aconsejo y cuido y protejo... a todos. Al que sea. Y como
resultado, estoy abriendo un poco de ese Dios aquí. Estoy dando un poco de esa
vida, de esa eternidad aquí en la tierra. Estoy manifestando en mi persona un
esbozo del amor eterno, perfecto y completo. De Dios Papito.
En ése momento de
misericordia, yo misma experimento su misericordia. Yo soy UNO con Él. Yo estoy
en ese mismo momento en el cielo con Él. Es un esbozo, así que por eso lo
llegamos a sentir como una simple satisfacción que no sabemos de dónde viene y por
qué. No entendemos ése “sentimiento”.
Por eso nos pide
que actuemos su voluntad. Para que estemos más fuertemente con él y lo
experimentemos. Por eso no es lo mismo misericordia que altruismo. Por eso el
altruismo en sí no tiene un efecto tan completo: con el altruismo ayudas mortal
y materialmente a una persona. Con la misericordia construyes ése Reino en Tu
alma y en la de las personas.